Ábalos y Puig se juegan la silla del PSPV al monopoly

Los dos grandes bandos del socialismo valenciano juegan con sus riquezas: Ximo Puig, el poder institucional, y Ábalos el poder real.

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Los dos bandos del socialismo valenciano andan tomando posiciones para liderar el futuro del PSPV. Aunque el próximo Congreso aún no tiene fecha y puede tardar un par de años, el partido socialista valenciano ya ha vivido bastantes años de luchas cainitas en la oposición como para confiarse.

Actualmente, son dos grandes bloques los que van a luchar hasta el final por la secretaría general del PSPV. Por un lado, Ximo Puig, que juega su baza de tener el poder institucional con la presidencia de la Generalitat. Por otro, el todopoderoso secretario de organización del PSOE y flamante ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana del gobierno de Sánchez, José Luis Ábalos, que tiene pleno control del partido en la provincia de Valencia.

Según un veterano dirigente socialista, “Ábalos tiene todas las cartas en su mano al controlar Ferraz. Finalmente, será lo que él quiera que sea, aunque Puig aún no ha dicho su última palabra y está dispuesto a plantar batalla”. En el último congreso venció a Ábalos por un estrecho margen de ocho puntos, con el 56% de los votos, ya siendo presidente de los valencianos y sin Ábalos ser todavía ministro.

Pese a que en ese congreso de Elche de 2017 Puig aseguró que sería la última vez que optaría a liderar el partido, a medida que pasa el tiempo y se acerca la fecha, la promesa parece que se la lleva el viento y padece la clásica amnesia del político con larga trayectoria que aspira a una tercera reelección.

Los asuntos turbios que empiezan a salpicarle a Puig directamente, como las investigaciones judiciales a empresas de su propio hermano por la concesión de multitud de ayudas públicas, no parece que le afecten de momento en sus aspiraciones. Sus armas son las decenas de altos cargos del Consell con responsabilidades, los socialistas del ayuntamiento de Valencia y el DOGV (Diario Oficial de la Generalitat). Pero poco más.

Además, su peso como barón regional a nivel nacional es prácticamente insignificante pese a todos sus esfuerzos. Aunque sus colaboradores más cercanos se empañan en propagar su intelectualidad, lo cierto que es que Puig tiene un carácter de perfil bajo, un hándicap para hacerse notar en el panorama nacional. Tampoco le ayuda su pasado. Apostó por caballo perdedor, dando su apoyo a Susana Díaz frente a Pedro Sánchez, con la mala suerte de que precisamente su gran rival autonómico es ahora la mano derecha del que resultó vencedor.

Con este panorama, Ximo Puig se enfrenta en la reunión de presidentes autonómicos del próximo viernes a la dicotomía de mantener su papel reivindicativo por la infrafinanciación valenciana o lejos de eso a unirse al paseíllo de aplausos a Pedro Sánchez.

Mientras, el veterano dirigente socialista Jose Luis Ábalos espera paciente su momento, consciente de que la diferencia entre 2017 y ahora es que actualmente es secretario de organización del PSOE. Curtido en mil batallas, cuenta con el pleno control de las bases y la organización y es realmente quien tiene las riendas. De hecho, en el congreso anterior se vio obligado a presentar a un candidato de última hora, el alcalde de Burjassot, Rafa García. Y, pese a la premura de la convocatoria, aún obtuvo el 42,2% de los votos. ¿Qué no podría conseguir ahora?

El monopoly está en juego y cada bando atesora bienes raíces para intercambiar o cobrar los correspondientes alquileres, ya sea directamente o a través de afines o delfines.

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